Llegué demasiado
puntual. Ni muy antes ni muy después. Ahí, exacto. Eddy dio las palabras de
introducción y de bienvenida, luego contamos con la intervención del invitado
especial y la sesión de preguntas. Para mí, que defiendo la estética de este
tipo de actividades entendiendo así que se puede facilitar el complejo proceso
comunicativo me pareció todo muy bien. Tomando los mismos detalles y
comparándolos con la actividad que se hizo con Gautier (Amén de lo que pasó con
la segunda a la que infortunadamente no pude estar) quedó excelente.
Ahora, en cuanto a lo
expuesto puedo discrepar en algunas cosas. No tanto por el contenido sino más
bien en la supresión del mismo. O al menos, eso pude conjeturar. Mesón mencionó
a manera de introducir su discurso que había preparado cierto material para
presentar pero al enterarse del rango de edad intentó dinamizar de una manera
más flexible. No tratar “la definición del cuento” muy a lo profundo. Habiéndose
justificado las razones de tan ligera discriminación se habló de cómo, desde
las comunidades primitivas (Haciéndose mención del arte rupestre) hasta
nuestros días (Con creaciones y técnicas modernas, como el micro cuento y el
uso de códigos abiertos) el hombre siente la necesidad de expresión, de que el
cuento ha sido uno de los géneros literarios que menos ha evolucionado, las
conclusiones de grandes escritores y críticos literarios sobre el elemento o
conjunto de elementos para identificar cuándo se tiene un cuento en frente y
cuándo no: Desde aspectos como la narración, ficción, cantidad de hechos,
cantidad de palabras… hasta el método del descarte. Con este último concuerdo
en que es absurdo definir un cuento a costas de lo que los otros géneros
literarios no utilizan para sí, como si el cuento fuera la “chepa” o el
“bagazo” de todo lo demás.
Definir un cuento es
más difícil de lo que se imaginaba a simple vista. Unos delimitaron ciertas
pautas. Otros se empeñaron en demostrar que esas pautas no eran absolutas. O
quizás no, pudieron haber logrado esas composiciones a desconocimiento de que
ya existía alguien intentando diferenciar, caracterizar este género de los
otros. ¿Cómo, entonces, definimos un cuento? ¿A qué conclusiones ha llegado el
interlocutor sobre esta disyuntiva? ¿De dónde se basa para refutar? ¿Experiencias
personales? ¿Hallazgos entre libros? Esto no quedó claro.
Me quedé esperando la
propia interpretación de Omar Mesón. Decir que un cuento no tiene definición…
cómo lo digo. Es posible. La existencia de géneros literarios es una ficción.
En eso concuerdo, sí. Pero, ¿Cómo se hace un escritor joven con todo este
dilema? ¿Alguna recomendación? Porque decir que “Yo” es la novela más corta del
mundo a manera de referencia es tratar al cuento en un término muy simplista.
Una cosa es lo que el autor quiere decir con sí mismo y otra cosa es lo que el
lector entiende del concepto “Yo”. Existe un trasfondo enorme detrás de la
palabra “Yo” para mí, que he vivido. ¿Cómo he de suponer la del autor? ¿Cómo
“Yo” define la vida de mi vecina, de un nigeriano, de un médico? No puedo
inventar lo que no está. Para eso se hacen los análisis, para llegar a términos
objetivos.
Su opinión sobre qué es
el cuento y cómo lo concibe era una parte fundamental de su discurso que obvió.
No sé si pensando que con esto podría limitarnos a que “Un cuento se escribe de
tal manera y, ergo, eso es un cuento”. No. Hubiera sido útil para utilizar su
opinión, compararla con los autores de los que se habló, incluso compararla con
composiciones nuestras. Debimos haber tenido la oportunidad de llegar a una
conclusión concreta con esta conferencia para no desviar el tema del contenido.
¿Acaso somos muy jóvenes para entenderlo? Eso no debería ser un problema. Más
allá de regocijarnos en el ego alimentado de que “Al final de este taller
escribí muchísimo” el objetivo principal del mismo es respetar la literatura.
Reconocer que ésta es una parte importante del ser humano civilizado,
culturalizado, que se interesa por comprender las sociedades, los puntos de
vista de los demás, a sí mismo. Qué importa si se hubiera expuesto el material
original y no hubiéramos entendido un carajo. En cambio, se nos obvió de la
oportunidad de que se hubiera podido llevar una menuda sorpresa. Total (y da pena decirlo) hay personas en sus treinta que ni siquiera se han leído a Bosch.
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