Si bien no pude quedarme toda la actividad, me regocijo en saber lo fructífera que fue para mí la mañana tranquila del 20 de junio a eso de las diez de la mañana cuando llegué al Centro Comunal. Sin muchas personas aun por lo temprano. Ambiente perfecto para deambular silente y poder disfrutar de la exposición que ya estaba preparada en su mayor parte. Me inquietaban muchas cosas. Era chocante haber establecido contacto con sus pertenencias materiales antes que al físico, hace unos meses cuando era una completa ignorante sobre su vida y su obra. Había sido de todo lo que se podría soñar en esta vida: Educador, narrador, poeta, columnista, cantante, ecologista. Numismático y filatelista. En cambio, por ser a la vida misma junto a sus incógnitas a quienes realmente pertenecemos, le tocó partir joven.
Ante esa sorpresa yo, que ni siquiera soy tenarense, tuve que curiosear aun sin sentirme con ese derecho intentando no estar tan fuera de mis aguas. Las fotos de sus viajes, clases, reuniones, las cartas (No sé si escritas póstumamente) pobladas de afecto de sus estudiantes y colegas, los reconocimientos, los discos por un lado y la guitarra orillada en el otro lado, la colección de postales, las decenas de cuadernos y borradores con sus escritos fue algo que me encantó enormemente. Leer algunos de sus poemas en uno de los cuadernos de su puño y letra y con las fechas de su creación fue de por sí un gran acercamiento. Aquel cuaderno en particular tenía pequeñas postales en algunas páginas, frases de su autoría y algunos que otros recortes.
Puedo decir que con lo que más me identifiqué de toda la exposición fue el afán este de recolectar cientos de monedas. Ni habiendo pensado antes en tan fascinante idea me hubiera podido imaginar tan cerca de todas las culturas de todos los países. Que tuviera monedas antiguas latinoamericanas ya era toda una novedad pero hallar suizas, alemanas, árabes, indochinas... ¡Hasta contaba con un papel moneda etíope! Quizá sea lo más cerca que esté de Etiopía en toda la vida.
El proyecto tuvo su representación en la lectura de lo que fueron sus cuentos, del que ya habíamos leído y hasta interpretado "Luna de miel". Luego se hicieron las demás presentaciones. Declamaciones de algunas jovencitas del liceo. Así por el estilo.
Y nada más girarme para encontrar al autor en persona resurgiendo de entre el lienzo y las manos de Quibian. Lo preferiríamos mil veces vivo. Y en efecto lo está entre todos sus bienes materiales e inmateriales, entre los conocimietos y valores legados a su familia, entre el cariño de los que hicieron acto de presencia y entre la comunidad de Tenares, agradeciendo a esta última sus buenos deseos de que un visionario como Carlos Sosa no pase desapercibido entre los recuerdos de la colectividad.
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